Eleanor es peculiar en todos los sentidos. Con su alocada cabellera roja, sus ropas anchas y coloridas, accesorios de niña pequeña y un físico que a sus 16 años "recordaba más a una tabernera medieval" a la que "le sobraba carne por todas partes y le faltaba altura para disimularla", en palabras de la autora, la joven está lejos de pasar desapercibida.

 

Park, por su parte, es reservado, silencioso, menudo para su edad y de rasgos asiáticos que le hacen acreedor de constantes rumores sobre sus habilidades para el karate.

Él está convencido de que es mejor pasar bajo el radar para sobrevivir los años de secundaria.

 

Ambos a su manera son desadaptados, se conocen más por resignación que por interés, y aunque son los suficientemente maduros para saber que el primer amor siempre es algo pasajero, son los suficientemente valientes como para atreverse a intentarlo, en palabras de Rowell, ya sea porque necesitan a ese alguien que les entienda o por desesperación.

 

De narración ligera y ritmo ágil, la historia de Eleanor y Park es una de descubrimientos, ingenuidades y empatías, independientemente de que se conozca el primer amor o la década de los 80.

 

 

(Yngrid Fuentes)